jueves, 3 de marzo de 2011

Ilegales

El hambre y la violencia gestan inmigrantes en el Sur.
El ojo insomne del Norte vigila sus fronteras.
Los espejismos en los desiertos africanos
ya no dibujan oasis con lagos y palmeras,
sino altos edificios de dicha y de cristal.
Algunos alcanzarán la tierra de sus sueños
ajenos, seducidos.
Como una nueva estrella de David
clavada en la espalda y el costado,
diana segura de desprecios y de rejas,
a todos les impondrán el mismo nombre,
el único nombre tatuado con laser
en su piel oscura: “ilegal”.
Con su mirada de búho los vigilantes
verán en la tiniebla las sombras sigilosas,
y con el husmear de los radares perforarán la oscuridad,
cómplice inútil de la senda prometida.
Las lanchas patrulleras les clavarán en la noche
un arpón de luz en las espaldas clandestinas.
¡Cuántas historias flotarán ahogadas en el agua!
¡Cuánto anonimato se derretirá en el desierto!
Oleadas de emigrantes se arrancan de su campo.
Las raíces al aire sangran tierra fresca.
En lucha infinita nombres familiares arden en el pecho.
Se orientan hacia el Norte, y buscan a tientas pasar
por el ojo de la aguja estrechando la existencia.

Benjamín González Buelta

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